El Imperio Británico es, sin duda alguna, la nación con más poder del planeta Tierra. Gracias a la firme labor de gobierno desempañada por la Reina Victoria, en el último s. XIX el Imperio Británico ha alcanzado cotas de poder e influencia nunca vistas, convirtiéndose así en la primera potencia tanto mundial como extraplanetaria.
Historia[]
Inicios de la expansión británica[]
A pesar de que la historia del Magno Imperio podría remontarse hasta casi los albores del primer milenio, los historiadores sitúan el comienzo de su ascenso a mediados del s. XV. Entonces, el rey Enrique VII, el cual acababa de fundar la moderna ‘Marina Real’, había comenzado la exploración territorial a lo largo y ancho de los océanos más allá de Europa. Este periodo se pasó a conocer más tarde como la Era de los descubrimientos debido a las cuantiosas riquezas y curiosidades del nuevo mundo que maravillaron a los hombres y mujeres de Occidente y que situaron a la nación como meca de muchas personalidades y sociedades intelectuales del momento.
Este conjunto de hechos no fue aislado, si no que dio pie rápidamente al inicio del llamado Primer Imperialismo, época en la cual las distintas potencias emergentes se lanzaron a la exploración y conquista de territorios de forma masiva.
La Era Isabelina y el gravidio.[]
Transcurridos los primeros años del Primer Imperialismo y bajo el firme mando de la reina Isabel I, se da uno de los primeros momentos de gran esplendor en la historia del Imperio Británico. La expansión ultramarina llevada a cabo por Sir Francis Drake unida a algunas victorias obtenidas contra el Reino de España (el cual constituía una seria amenaza para la expansión británica entonces) posiciona al Imperio a la cabeza de la carrera imperialista, así como en el punto de mira del resto de naciones. Además, se suceden las primeras intentonas de conquista por parte de la Corona de los territorios costeros de Ámerica del Norte, algo que más tarde derivaría en la llamada Gran Rebelión por parte de la aun joven Confederación estadounidense.
Además, durante esta época comienzan a tomar gran fuerza las teorías sobre mecánica y ‘proto-autómatas’ de Lord Bullton de Sussex, un noble aficionado a la literatura clásica que estudió con profundidad a autores como Herón de Alejandría recogiendo su propia visión sobre el tema en su famosa obra “Bases modernas de la Secuencia Mecánica”, la cual más tarde serviría para construir, prácticamente, todo el entramado mecánico del mundo moderno.
Es dentro de este marco cuando se produce, de mano del joven estudiante a bordo del galeón Imperia Herbert Lee, uno de los mayores hitos de la historia universal, que marcaría el punto de inflexión en la evolución del ser humano: el descrubimiento del gravidio, que, aunque sus propiedades no fueron descubiertas hasta varias décadas después, constituría la base del viaje espacial.
La “Crisis Britannica” y el primer viaje espacial[]
Cuando el Imperio estaba en la cúspide de su expansión, la reina Isabel I muere repentinamente en 1603, dejando un enorme vacío de poder en el gobierno de la Corona al no haber contraído matrimonio y no haber dejado descendencia. Es entonces cuando los principales detractores de la Corona forman un gobierno provisional de coalición que se extendería hasta más de medio siglo después y que sumiría a todo el Imperio en una grave recesión. En esta etapa, el llamado Gobierno del Lord Protector intentó, torpemente, alejar al Imperio de su actitud dominante para orientar su política hacia posturas más “democráticas”, algo que se tradujo en varias décadas de estancamiento a todos los niveles, y que casi significa el colapso total del Imperio.
En este periodo, la aristocracia y los círculos cercanos a la casi extinta Familia Real perdieron fuerza e influencia en la vida en sociedad a favor de las clases medias, aspecto que por otra parte cambió durante la restauración de la monarquía con la subida al trono del joven Carlos II en 1685, que daría lugar a una nueva era de progreso y avance vertiginoso. En 1698 se descubre, tras casi un siglo, que el gravidio poseía propiedades asombrosas. Las primeras muestras de las capacidades del olvidado material maravillaron al monarca y a toda su corte, y se declaró como ‘Prioritaria para la Corona’ la investigación del gravidio, dirigida por el mismísimo Sir Isaac Newton en colaboración con otras grandes mentes de su época. Tal fue el intenso trabajo, que en 1751 se terminó y botó la primera fragata de impulso gravitatorio que tenía por núcleo de combustible la gravorita sintetizada a partir del gravidio, una arquitectura basada en la Mecánica de Bullton y una propulsión de vapor. Aunque de diseño bastante precario, la HMAS ‘Fionna’ fue la primera astronave conocida de la historia de la humanidad que superó la atmósfera terrestre, constituyendo por tanto el primer paso para la conquista espacial.
Nueva Edad de Oro: la Era Victoriana
Tras el viaje de la Fionna, los avances en el campo del estudio de la gravedad fueron asombrosos. En conjunción con el despegue definitivo de la Revolución Industrial, se mejoró notablemente el diseño de las astronaves casi completamente. Sin embargo, el punto de inflexión definitivo en la reconquista de la hegemonía del Imperio Británico se produce con la subida al trono de Victoria I del Reino Unido en 1830, la cual devolvería al Imperio la antigua gloria alcanzada con Isabel I en apenas un par de décadas.
Aprovechando las tensiones existentes entre el Imperio Ruso y el Imperio de Oriente, se conquistaron los territorios de Oceanía y la Costa Arábiga, además de consolidar el poder de la Corona en la costa de la Antigua Noruega e Islandia. Por otro lado, se establecen ciertos acuerdos menores con el ya formado Reino de Prusia (el cual se constituía como la segunda fuerza a tener en cuenta después de la británica), con el fin de evitar futuras tensiones innecesarias y contraproducentes. Además, todos los grandes científicos y técnicos del país aceleran, por orden directa de la reina, los proyectos de construcción de lo que luego pasaría a la historia como una de las mas grandes fuerzas militares del siglo moderno: la Real Astroarmada británica.
Por otra parte, se adaptan los avances técnicos a la vida en sociedad, haciendo de ésta uno de los modelos de referencia en el resto de puntos de todo el globo y parte de la galaxia.
Dominio[]
Terrestre[]
En relación a otras naciones como el Imperio Ruso o el Imperio de Oriente, la extensión de los dominios de la Corona Británica no es tan voluminosa. Además de las Islas Británicas, el Imperio posee los territorios de la antigua Noruega, Islandia, las repúblicas de Guayana y Surinam en América del Sur, una pequeña porción de la Costa arábiga, la mayoría del archipiélago de Oceanía y el Real Protectorado Ártico de Groenlandia establecido durante el Gobierno del Lord Protector.
Colonias exosolares[]
A diferencia de su extensión en la Tierra, el alcance del Imperio en la galaxia no parece tener fin. Es difícil cuantificar de forma definitiva el número de colonias y sus consiguientes subsistemas que pertenezcan a la Corona. Entre las más significativas destacan las de los cuadrantes Artúrico y Herónico:
Artúrico | Herónico |
Uther | Boadice I |
Morganus | Dracis I |
Primeburg | Ósphoron |
Isabelia V |
Sociedad[]
De forma paralela al crecimiento tecnológico, económico y militar, la sociedad británica ha ido conformándose
como una de las más vanguardistas y modernas del mundo conocido.
Desde la implantación de redes de telecomunicaciones particulares y la automatización de los sistemas agrícolas y de correo, hasta le creación de enormes museos y salones dedicados a la difusión cultural, la inmensa mayoría de las ciudades del Reino Unido brindan todo tipo de comodidades y posibilidades a sus ciudadanos con el fin de facilitar y mejorar sus vidas.
El más grande ejemplo de la vida británica es Londres, la capital del poder de la Corona y uno de los núcleos urbanos más modernos del planeta. Como ciudad es considerada punto de influencia en diversos campos, ya sean científicos o artísticos. Lo más llamativo de la ciudad son los gigantescos rascacielos contruídos emulando las construcciones propias del Renacimiento, lo que otorga a la ciudad una imponente belleza.
Uno de los aspectos posiblemente menos admirables de la sociedad británica es su plena aceptación del poderío que poseen. En muchas ocasiones, los ciudadanos del Reino Unido son mal vistos y duramente criticados por la arrogancia y altanería de la que suelen hacer gala a la menor ocasión con tal de dejar clara su posición. A pesar de que muchos ya han optado por ignorar este aspecto, hay quiénes todavía les cuesta tolerar este tipo de gestos, máxime si se trata de situaciones y eventos de gran importancia mediática.